Nuestra cultura está plagada de referencias religiosas. También en el lenguaje. No las perdamos. Sirva como botón de muestra: demos gracias a Dios, que sea lo que Dios quiera o hasta mañana si Dios quiere. Podrían ser muchas más las expresiones, basta observar a nuestro lado.
Por ejemplo, a la población de origen latinoamericano; aprendo de ellos, me piden la bendición o directamente te bendicen. Cuando hablamos, la referencia explícita a Dios no deberíamos obviarla. La indudable fuerza transformadora del lenguaje es una evidencia; también con su pretendida fuerza ideológica que lleva incluso a inventar palabras o extenderlo, cuando, de hecho, la dinámica propia del lenguaje es a la simplificación. Buscar desplazar del lenguaje hasta su eliminación las expresiones vinculadas a la fe es batalla que se libra a diario. Buscan arrinconar la experiencia creyente. Llamemos a las cosas por su nombre y usemos el vocabulario religioso y sus expresiones mientras hablamos. ¡Con Dios!