Pentecostés y el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar Asociado (Catedral-Málaga)

Escrito el 19/05/2024

Homilía de Mons. Jesús Catalá en la Eucaristía con motivo de Pentecostés y el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar Asociado (Catedral-Málaga) el 19 de mayo de 2024.

PENTECOSTÉS
DÍA DE LA ACCIÓN CATÓLICA
Y DEL APOSTOLADO SEGLAR ASOCIADO

(Catedral-Málaga, 19 mayo 2024)

Lecturas: Hch 2, 1-11; Sal 103, 1.24.29-31.34; Gál 5, 16-25; Jn 15, 26-27; 16, 12-15.

Llamados para la misión bautismal

1.- En la festividad litúrgica de Pentecostés, la Iglesia celebra el Día de la Acción Católica y Apostolado Seglar, pidiendo al fiel cristiano laico que viva su vocación bautismal y se reconozca llamado a evangelizar. De este modo se pretende que los laicos tomen conciencia de su bautismo y anuncien a Jesucristo encarnados en el mundo.

La Comisión episcopal para los Laicos, Familia y Vida ha propuesto para este día el lema «Laicos por vocación, llamados a la misión», invitando a todos los bautizados a proclamar el Evangelio, misión encomendada por el mismo Jesucristo, que se lleva a cabo con la fuerza del Espíritu Santo.

Hemos escuchado en el libro de los Hechos que el signo que representa la venida de Espíritu Santo es «un viento que soplaba fuertemente»; este signo indica que, para vivir según el Espíritu y para ser testigos misioneros hace falta esa fuerza del Espíritu; porque con nuestras propias fuerzas no seríamos capaces. Por eso, la liturgia de hoy nos anima a acoger al Espíritu, a abrir nuestras mentes y nuestro corazón, para que penetre, como dice la Secuencia de hoy: «Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro».

Mientras el Señor Jesus era bautizado en el Jordán, junto al pueblo de Israel, «se abrió el cielo y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma» (Lc 3, 31s); y al mismo tiempo se escuchó una voz del cielo: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco» (Mt 3, 17). Con su bautismo Jesús inició la vida pública para anunciar la buena nueva a los pobres (cf. Lc 4, 18). Con nuestro bautismo hemos inaugurado nuestro testimonio de fe.

2.- Una vez resucitado Jesús dio a sus discípulos el mandato misionero: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos» (Mt 28, 19), enseñándoles la fórmula trinitaria del bautismo: «bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Ibid.). Esta fórmula refleja el misterio íntimo de Dios y expresa la fuerza vivificadora del sacramento, que obra la participación en la vida de Dios uno y trino, dando al hombre la gracia santificante como don sobrenatural (cf. Juan Pablo II, Dominum et vivificantem, 9).

Este mandato se dirige, por medio los apóstoles, a toda la Iglesia; y, por tanto, a cada uno de los bautizados en Cristo. El Señor nos dice a hoy a nosotros como dijo entonces a sus apóstoles y discípulos: Id por todo el mundo; predicad el Evangelio; anunciad la Buena Nueva.

Como dicen nuestros Obispos: “La sociedad actual, marcada por la secularización y el pluralismo, se coloca cada día más de espaldas a Dios y la mayoría de las personas viven como si Dios no existiera (…). Estos nuevos tiempos, este cambio de época nos está urgiendo a llevar a cabo una conversión pastoral, que pasa por situar el primer anuncio como núcleo y eje de nuestra labor pastoral como Iglesia. La motivación de la centralidad del primer anuncio encuentra su fundamento en el mandato expreso de Jesús, que nos invita a la evangelización” (Mensaje de los obispos por el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar 2024, Laicos por vocación, llamados a la misión). No podemos defraudarle; cada uno, desde su lugar y ambiente, ha de ser testigo de esta Buena Nueva.

3.- La Conferencia Episcopal Española ha querido subrayar en su mensaje la dimensión trinitaria y la entrega por parte de Cristo del Espíritu Santo a su Iglesia y a cada uno de nosotros, porque él es el alma de la evangelización, para que descubramos, como miembros del Pueblo de Dios, que tenemos una misión cuya iniciativa es de Dios. Él nos envía; no somos nosotros quienes nos auto-enviamos.

Recordando el Encuentro sobre el Primer Anuncio, celebrado el pasado mes de febrero, y la preparación para un Congreso sobre las Vocaciones, que tendrá lugar en febrero de 2025, los obispos destacan la vocación laical, de un modo propio y peculiar: “Los laicos, desde el bautismo, han recibido una vocación, que los hace sentirse corresponsables en la vida y misión de la Iglesia”.

Es preciso que «el laico sea laico» por vocación encarnado en el mundo en todos los ámbitos de su vida: familia, trabajo, educación, cuidado de la casa común, cultura, y, de una manera particular, la vida pública. Todos y cada uno de los laicos están llamados y comprometidos en la misión evangelizadora de la Iglesia.

El Papa muchas veces critica la actitud de los laicos que quieren hacer tareas propias de los sacerdotes; esto se llama «clericalización». Y también denuncia lo contrario: que los sacerdotes quieren hacer las taras propias de los laicos; y esto se llama «laicización». Ni una cosa ni otra; a cada uno lo que nos corresponda por bautismo, por vocación, por ordenación o por tarea misionera.

4.- El papa Juan Pablo II nos recordaba que la “era de la Iglesia empezó con la «venida», es decir, con la bajada del Espíritu Santo sobre los apóstoles reunidos en el Cenáculo de Jerusalén junto con María, la Madre del Señor (cf. Hch 1, 14). No podemos descuidar la presencia de María, la Madre, que ha estado siempre presente en la comunidad cristiana.

Los apóstoles «se llenaron todos de Espíritu Santo» (Hch 2, 4) y cada uno les oía hablar de las grandezas de Dios en su propia lengua (cf. Hch 2, 11).

“Dicha era empezó en el momento en que las promesas y las profecías, que explícitamente se referían al Paráclito, el Espíritu de la verdad, comenzaron a verificarse con toda su fuerza y evidencia sobre los apóstoles, determinando así el nacimiento de la Iglesia” (Juan Pablo II, Dominum et vivificantem, 25).

El apóstol Juan proclama el testimonio de su encuentro personal con Jesucristo, habiendo oído las enseñanzas del Maestro y habiendo contemplado sus milagros: «Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos, para que estéis en comunión con nosotros y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo» (1 Jn 1, 3). Esta frase de Juan tenemos que meditarla más veces. Hemos de testimoniar «eso que hemos visto y oído»; es decir, la experiencia personal de nuestro encuentro con Jesucristo.

Se nos invita a todos los bautizados, especialmente a los laicos, a tomar conciencia de la importancia del anuncio explícito de Jesucristo, con palabras y con obras.

Recordemos las palabras de Jesús: «Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí» (Jn 15, 26). «Pero también vosotros daréis testimonio» (Jn 15, 27).

5.- En este Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar damos gracias a Dios por la misión de las delegaciones diocesanas, los movimientos y asociaciones, la Acción Católica, el Consejo Asesor de Laicos y el testimonio anónimo de tantos laicos de nuestras parroquias, que cada día anuncian a Jesucristo en sus ambientes, con palabras y obras.

Nuestra Delegación diocesana de Apostolado Seglar nos ha propuesto que hagamos un signo para recordar nuestro bautismo y la misión que el Señor nos encomienda de anunciar el Evangelio. En el Patio de las Cadenas se distribuirán, al final de la Misa, unos pequeños saquitos de sal, recordando que tenemos que dar sabor en nuestra sociedad, siendo «sal de la tierra» como nos ha dicho el Señor: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente» (Mt 5, 13). Pero para sabor, la sal debe diluirse; para dar sabor, nosotros tenemos que entregarnos.

Pedimos al Espíritu Santo que nos fortalezca y nos colme de sus bendiciones, para seguir anunciando el evangelio que, como dice nuestro querido Papa, «llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús» (Evangelii gaudium, 1).

Que la Virgen María, nos sostenga en nuestro compromiso bautismal; y que el Espíritu Santo nos llene con sus bendiciones, para que todos juntos sigamos anunciando la alegría del evangelio. Amén.