Fiesta de Santa María de la Victoria, patrona de la Diócesis (Catedral-Málaga)

Escrito el 08/09/2024

Homilía de Mons. Jesús Catalá en la Eucaristía con motivo de la festividad de Santa María de la Victoria, patrona de Málaga, 2024.

FIESTA DE SANTA MARÍA DE LA VICTORIA

PATRONA DE LA DIÓCESIS

(Catedral-Málaga, 8 septiembre 2024)

Lecturas: Miq 5, 1-4a; Sal 12, 6; Rm 8, 28-30; Mt 1, 1-16.18-23.

María, Madre de la Iglesia

1.- Saludo a mi hermana Francisco, arzobispo emérito de Pamplona, que ha sido el predicador este año de la Novena a la nuestra Patrona; le agradecemos sus reflexiones sobre la Virgen de la Victoria, que nos han ayudado a profundizar en nuestra fe y a descubrir de manera concreta algunos rasgos de la Virgen, que son modelo para cada uno de nosotros; porque nuestra Madre, la Virgen es modelo y la mejor imagen de Iglesia.

Un cordial saludo a los sacerdotes y a los ministros del altar. Al hermano mayor, miembros de la junta de la Hermandad, devotos, autoridades, representantes de instituciones y todos aquellos que hoy queréis festejar de manera gozosa a nuestra Patrona. 

2.- Celebramos hoy esta fiesta de Santa María de la Victoria con devoción y afecto filial.

En este hermoso marco litúrgico, damos gracias a Dios y a la Virgen por una importante efeméride: el 150 Aniversario de la creación de la Hermandad de Santa María de la Victoria por decreto del entonces obispo, D. Esteban-José Pérez Martínez, fechado el 4 de mayo de 1875.

Con este motivo hemos solicitado a la Penitenciaría Apostólica de la Santa Sede un Año jubilar, que se nos ha concedido y que se desarrollará desde hoy, día 8 de septiembre de 2024, hasta el día 8 de septiembre de 2025, en el que los fieles podrán lucrar la Indulgencia plenaria.

Los dos templos jubilares serían esta Catedral de Málaga y el Santuario de Santa María de la Victoria. Tenemos la convicción de que ello redundará en una mayor profundización de la devoción a la Virgen, Patrona de la Diócesis malacitana; y en una propagación de su devoción entre los fieles.

Felicitamos a la Junta y miembros de la Hermandad de Santa María de la Victoria, dando gracias a Dios por el regalo de este aniversario. Y les animamos a seguir siendo testigos del gran amor de la Virgen a sus hijos y, consecuentemente, de la correspondencia filial hacia Ella.

3.- La Virgen María es Madre de Jesucristo y, por ende, Madre de la Iglesia y Madre nuestra. Esta va a ser nuestra reflexión de hoy.

El evangelista Mateo nos narra la genealogía de Jesucristo, el Hijo de Dios, remontándose hasta Abrahán (cf. Mt 1, 1). La generación de Jesucristo fue un hecho extraordinario por la acción del Espíritu Santo: «María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo» (Mt 1, 18).

El Hijo que María lleva en sus entrañas es “Dios-con-nosotros” (cf. Mt 1, 23); es Hijo del Altísimo. No puede tener, por tanto, un padre humano, porque su Padre es el Dios del cielo.

El nombre que tiene que poner a su Hijo es “Jesús”, que significa “Dios-salva”, «porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1, 21) y será el “Enmanuel”, es decir, el Dios que se hace presente en la historia humana (cf. Mt 1, 23). No se trata de un mito, sino como un hecho histórico datable y comprobable.

Como dice el Concilio Vaticano II: “La Virgen Santísima, por el don y la prerrogativa de la maternidad divina, que la une con el Hijo redentor, y por sus gracias y dones singulares, está íntimamente unida con la Iglesia” (Lumen gentium, 63). Como madre de Cristo, María goza de una relación singular con él, especial y única que no tiene ninguna otra criatura humana.  

Ensalcemos este misterio de la maternidad de María; y os animo a repetir conmigo esta oración: “Santa María de la Victoria, Madre del Hijo de Dios, ruega por nosotros” (Y todos repiten la frase).

4.- La Virgen de la Victoria es la criatura humana más hermosa de la historia, redimida por Cristo, santificada y glorificada por la fuerza y el poder de Cristo resucitado. Ella, de modo singular, es miembro de la Iglesia, cuya cabeza es Cristo, en la que se reúnen todos los hombres redimidos y santificados por él.

Siendo miembro singular de la Iglesia la Virgen es, al mismo tiempo, “Madre de la Iglesia”, como la declaró el papa Pablo VI en el discurso de clausura del Concilio (1965): “Madre de todo el Pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores, que la llamamos Madre amantísima; y queremos que de ahora en adelante sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título”.

La Virgen María, siendo miembro de la Iglesia, es a la vez madre de la Iglesia entera; ella es la realización más plena de la Iglesia. Por ello podemos aplicar a María, de manera singular, lo que san Pablo dice sobre la Iglesia como esposa de Cristo, presentada ante Dios como virgen santificada, recreada en Cristo, habitada por el Espíritu Santo y ofrecida a Cristo en sacrificio espiritual.

5.- Existe, pues, entre la Virgen María y la Iglesia una profunda compenetración. Cuanto más mariana se hace la Iglesia, tanto más cristiana y destinataria de la acción del Espíritu Santo; más trinitaria, porque actúa la Trinidad; más escatológica, porque estamos llamados a gozar de lo que la Virgen ya vive. Ella es signo y anticipación del reino de Dios (cf. Fernando Sebastián, María, Madre de Jesús y Madre nuestra. Salamanca, 2013, 161).  Por tanto, ya sabéis, cuanto más “marianos”, más eclesiales; mejores hijos de la Iglesia.

Dentro de la Iglesia María es Madre de todos sus hermanos en la comunión universal de fe y de gracias divinas. María es Madre «en» la Iglesia y, por tanto, Madre de la Iglesia desde su total unión a Cristo y desde la plenitud de su fe maternal, que la hace a la vez madre y sierva de Cristo y discípula; se le llama la “primera discípula”.

Dando gracias a Dios por la maternidad de la Iglesia, os animo a repetir conmigo: “Santa María de la Victoria, Madre de la Iglesia, ruega por nosotros” (Y todos repiten la frase).

6.- Finalmente, María, siendo icono perfecto y síntesis de la Iglesia, nos ayuda a descubrir su dimensión espiritual, mística y contemplativa; a profundizar en la actitud de fe, esperanza y amor; a ejercer la manera de vivir la humildad, el servicio y la obediencia a los planes de Dios, renunciando a los suyos propios. De este modo nos acercamos más a Cristo, viviendo el regalo de ser hijos de Dios.

Queridos fieles, cofrades y devotos, estamos llamados a imitar a nuestra Madre y Patrona, la Virgen de la Victoria, para ser mejores cristianos, más Iglesia y más trinitarios.

¡Dejemos que Ella ayude a encender nuestro corazón con su afecto maternal! Dejemos que nuestro corazón se inflame con el suyo, porque ninguna criatura humana nos ama mejor que ella, nuestra Patrona.

Hoy la honramos y veneramos como Madre del Hijo de Dios, como Madre de la Iglesia y como Madre nuestra. ¡Seamos buenos hijos y correspondamos a su amor maternal!

Os animo a repetir conmigo: “Santa María de la Victoria, Madre nuestra, ruega por nosotros” (Y todos repiten la frase). Amén.