Homilía de Mons. Jesús Catalá en la Eucaristía celebrada en el Colegio Gamarra de Málaga con motivo de la Asamblea de Cáritas Diocesana

ASAMBLEA DE CÁRITAS DIOCESANA

(Colegio Gamarra-Málaga, 1 junio 2024)

Lecturas: Ex 24, 3-8; Sal 115, 12-18; Hb 9,11-15; Mc 14, 12-16.22-26.

1.- Celebramos la XXVII Asamblea Diocesana de Cáritas bajo el lema del Corpus Christi de este año: “Allí donde nos necesitas, abrimos camino a la esperanza”.

La alianza que hizo Dios con su pueblo Israel mediante sacrificios de animales, como hemos escuchado en el libro del Éxodo (cf. Ex 24, 3-8), culminó con la nueva Alianza sellada en la cruz con el sacrificio de Cristo, que nosotros celebramos y actualizamos en la Eucaristía, memorial del misterio pascual del Señor.

Se contraponen “los sacrificios de animales” al “sacrificio de Cristo”, al que hemos de unirnos. Nuestro sacrificio es la ofrenda de nosotros mismos; no se trata de ofrecer cosas, bienes materiales, aunque también. Sobre todo, es la ofrenda de mí mismo.

El evangelista Marcos nos ha recordado la última Cena: «Mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: «Tomad, esto es mi cuerpo»» (Mc 14, 22). Después tomó una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: «Esta es mi sangre de la Alianza» (Mc 14, 24). 

Jesús hace una “nueva y eterna” alianza. El pueblo de Israel rompía las diversas alianzas antiguas; al final, Jesús hace una alianza “única y eterna”; y esta alianza no se romperá jamás. El Señor ha hecho alianza con cada uno de nosotros; y es una alianza de amor. 

2.- La carta a los Hebreos expresa la actitud orante de Cristo Jesús ante el Padre con estas palabras: «Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo; no aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije: He aquí que vengo (…) para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad»(Hb 10, 6-7). 

Jesús hace la voluntad del Padre ofreciéndose a sí mismo. El sacrificio agradable al Padre en la nueva etapa histórica de salvación se inicia con la Encarnación del Verbo, como nos recuerda el apóstol Pablo: «Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer» (Gal 4, 4). 

La plenitud de los tiempos se identifica con el misterio de la Encarnación del Verbo, Hijo consustancial al Padre y con el misterio de la Redención del mundo. Cristo ofrece su vida en sacrificio mediante la escucha obediente a Dios-Padre y por la adhesión radical y filial a su voluntad. 

Es importante es binomio: “escucha obediente”. Como he explicado muchas veces, la “obediencia” es la “ob-audiencia”; es decir, se obedece cuando se escucha la Palabra de Dios y se pone en práctica. El término “obediente” encierra en sí el significado de una “escucha-obediente”. Ese es el gran ejemplo que nos da Jesús; porque puede que nosotros no escuchamos a Dios o nos hacemos “oídos sordos”. Primero hay que escuchar y preguntarle qué quiere de mí; al igual que Jesús escuchaba cada día a su Padre para hacer su voluntad. Después de la escucha hay que llevarlo a la práctica.

3.- El evangelista Juan, en su Prólogo, sintetiza en una sola frase toda la profundidad del misterio de la Encarnación: «La Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria» (1, 14). 

Como nos recuerda al papa Juan Pablo II, “el Hijo de Dios se ha hecho hombre, asumiendo un cuerpo y un alma en el seno de la Virgen, precisamente por esto: para hacer de sí el perfecto sacrificio redentor. La religión de la Encarnación es la religión de la Redención del mundo por el sacrificio de Cristo, que comprende la victoria sobre el mal, sobre el pecado y sobre la misma muerte” (Tertio millennio adveniente, 7).

Como Sumo sacerdote de la nueva Alianza Jesús «penetró en el santuario una vez para siempre, no con sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre, consiguiendo una redención eterna» (Hb 9, 12). 

4.- Con su ejemplo Cristo nos invita a ofrecernos a nosotros mismos. Hay que agradecer todo lo hace el voluntariado; todo lo que hacéis cada uno de vosotros: tiempo dedicado, esfuerzo, recursos, bienes materiales, ilusiones. Pero debe haber un “plus” por parte de todo cristiano: “dar-se”. Cuentan que un padre envió a su hijo a estudiar a una ciudad lejos de su hogar y regularmente le enviaba el dinero para sus necesidades de alojamiento, comida, estudios y demás gastos. Pasado mucho tiempo el padre fue a visitar a su hijo y le preguntó si estaba bien y si necesitaba dinero y el hijo le respondió: “No quiero tu dinero; solo deseo tu presencia y tu cercanía; te necesito a ti”. 

Esto es lo que nos pide el Señor; nos necesita como instrumentos suyos de amor y de esperanza, porque hay mucha gente que vive sin esperanza.

5.- En esta solemnidad litúrgica del “Corpus Christi” celebramos también el “Día de la Caridad”; es decir, la llamada a poner sobre el altar nuestros panes y lo que somos, para que los necesitados experimenten el amor cristiano.

El lema de la campaña de este año «Juntos abrimos camino a la esperanza» nos invita a continuar la misión que inició Jesús. Caminar juntos es una tarea comprometida, ardua y diaria, que conlleva responsabilidad, coherencia y cercanía entre las personas.  Juntos, como comunidad reunida en torno al Cuerpo y a la Sangre del Señor, podemos extender la mano a quienes enfrentan dificultades, ofreciendo nuestro apoyo, amor y esperanza. En cada gesto de caridad, en cada acto de compasión y de misericordia, estamos construyendo un camino hacia un futuro mejor, un futuro de esperanza. 

Y no olvidemos que la esperanza cristiana es la “esperanza en la vida eterna”; es la profesión de fe en la resurrección del Señor. Porque no termina todo en esta vida temporal. Hay mucha gente “desesperada” no solo porque vive una enfermedad, una situación difícil o la muerte de un ser querido; la desesperación viene provocada con mayor fuerza por no tener un horizonte más allá de la vida temporal. El Señor nos pide que, caminando juntos, seamos testigos de la esperanza cristiana en la vida eterna y en la alianza de amor eterno.

6.- La fiesta de “Corpus Christi” nos recuerda la presencia real de Jesús en medio de nosotros; animándonos a compartir, a abrir camino a la esperanza y a estar cerca de quienes sufren. 

Queremos promover el compromiso de la comunidad cristiana y de la sociedad con la defensa de la dignidad de las personas más necesitadas y vulnerables, alzando nuestra voz para denunciar derechos pisoteados y para anunciar la buena noticia. 

Queremos construir “comunidades acogedoras y misioneras”, que entiendan la riqueza que aporta la diversidad cultural y salir al encuentro de las personas, especialmente de las más necesitadas. Habéis recibido un testimonio de un inmigrante que viene de otro país y otra cultura y que necesita ser acogido y amado.

Hoy se nos invita a la adoración eucarística, a rendir nuestra mente y nuestro corazón ante el misterio del amor de Cristo, velado bajo la cortina de las especies sacramentales. Vemos pan material, bajo cuya forma se oculta la presencia real y sacramental del Señor. 

7.- Estamos llamados, junto con todas las criaturas, a cantar, bendecir, alabar y adorar al Señor sacramentado, a la vez que a extender nuestras manos generosas hacia quienes viven en soledad, padecen hambre o sufren enfermedad.

Reconocemos la labor de los miles de voluntarios, colaboradores y donantes que dedican su tiempo, dinero, ilusión y corazón al cuidado de los demás. Pedimos al Señor que les recompense abundantemente, como Él sabe hacerlo.

Y pedimos a la Santísima Virgen María que nos acompañe, intercediendo por nosotros para que estemos atentos a las necesidades de nuestros hermanos y seamos prontos en cubrirlas; no solo dando cosas, sino dándonos. Amén.