Homilía de Mons. Catalá en el funeral del Rvdo. Felipe Reina Hurtado celebrado en la Catedral de Málaga
FUNERAL DEL RVDO. FELIPE REINA HURTADO
(Catedral-Málaga, 6 septiembre 2024)
Lecturas: 1 Co 4, 1-5; Sal 36, 3-6.27-28.39-40; Lc 5, 33-39.
1.- Vivir según Cristo
En esta semana la liturgia nos ofrece la lectura bíblica de la primera carta de san Pablo a los Corintios, en la que se nos invita a vivir según Cristo: «Nosotros hemos recibido un Espíritu que no es del mundo; es el Espíritu que viene de Dios» (1 Co 2, 12).
El apóstol Pablo contrapone «hombres espirituales» a «hombres carnales» (cf. 1 Co 3, 1). «El hombre natural no capta lo que es propio del Espíritu de Dios; en cambio, el hombre espiritual lo juzga todo» (1 Co 2, 14).
La muerte de un hermano nos ayuda a plantearnos si vivimos realmente según Cristo o según la propia voluntad; si vivimos al estilo del mundo o al estilo del Señor; si vivimos como hombres carnales u hombres espirituales.
2.- Servidores de Cristo y de su Iglesia
Somos servidores de Cristo, como dice Pablo: «Que la gente solo vea en nosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios» (1 Co 4, 1).
Se refiere a todos los fieles; pero hoy, ante los restos mortales de nuestro hermano Felipe, sacerdote, los sacerdotes estamos siendo mayormente interpelados por nuestra misión.
Quiero agradecer la presencia numerosa de tantos sacerdotes de nuestro presbiterio diocesano. Y conviene que nos preguntemos: ¿Podemos decir que la gente ve en nosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios? ¿Podemos decir que somos administradores fieles? (cf. 1 Co 4, 2).
Como dice Pablo, somos colaboradores de Dios para trabajar en el campo y en el edificio de Dios (cf. 1 Co 3, 1-9). Todos somos trabajadores de la viña del Señor y, de modo especial, los sacerdotes; somos constructores de la casa del Señor.
3.- El Señor descubre los designios del corazón
El Apóstol de los gentiles nos exhorta a no juzgar: «No juzguéis antes de tiempo, dejad que venga el Señor» (1 Co 4, 5). El juicio corresponde a Dios; no a nosotros.
Porque Dios «iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón; entonces cada uno recibirá de Dios lo que merece» (1 Co 4, 5). Algunos textos bíblicos recomiendan que nadie ensalce a un ser humano antes de su muerte; porque el desenlace final de la vida es lo que da coherencia a la vida entera; además, el juicio humano tras la muerte de alguien suele ser más benévolo y se valoran más las cosas positivas que haya realizado. La vida del ser humano solo puede ser valorada y juzgada al final de su término temporal.
El juicio de Dios es siempre salvador; no es condenatorio cuando reconocemos nuestro pecado y pedimos perdón. Es bueno, por tanto, vivir con esa esperanza.
Nuestro hermano Felipe acaba de pasar por el juicio misericordioso de Dios. Hemos de ponernos en sus manos; y hoy ponemos a nuestro hermano Felipe en las manos bondadosas y misericordiosas del Padre.
4.- Agradecimiento a Dios por nuestro hermano
Aunque no queremos hacer un panegírico de nuestro hermano sacerdote, a quien el Señor se ha llevado, queremos, al menos, dar gracias a Dios por el regalo de su persona y de su ministerio.
Hemos podido gozar de su bondad, de su servicio a Cristo y de su amor a la Iglesia.
En la semblanza espiritual podremos recordar, después, las obras que Dios ha realizado a través de su persona y de su ministerio sacerdotal y las misiones que la Iglesia le encargó.
Ahora damos gracias al Señor. Todos los presentes lo hemos conocido y su persona ha sido un regalo para nosotros. También ha sido un regalo su ministerio, del que muchos de vosotros habéis gozado en las distintas parroquias donde lo ha ejercido. Hoy es día de fiesta y de acción de gracias al Señor.
El Salmo responsorial nos ha animado a confiar en el Señor y hacer el bien (cf. Sal 36, 3); para que el Señor sea nuestra delicia y llene nuestro corazón (cf. Sal 36, 4).
5.- La fiesta de las Bodas del Cordero
El evangelio de Lucas presenta la discusión entre los discípulos de Juan y los de Jesús por la cuestión del ayuno. Jesús les dijo: «¿Acaso podéis hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el esposo está con ellos?» (Lc 5, 34). El mismo Jesús compara el reino de Dios a las Bodas del Esposo; las Bodas de Cristo con su esposa, la Iglesia; Bodas que se celebran en la eternidad de manera permanente.
En este mundo celebramos sacramentalmente las Bodas del Cordero con la Iglesia, su esposa. Nuestro hermano Felipe participó en estas Bodas de modo sacramental y ahora participa de manera presencial en esa fiesta de Bodas.
Primero hemos hecho una acción de gracias por su persona y su ministerio; y ahora pedimos al Señor que lo lleve a participar en el banquete de las Bodas eternas del Cordero.
La Eucaristía, que tantas veces celebró y presidió nuestro hermano, es el memorial de la entrega de Cristo-Esposo a la Iglesia. Ahora participa de manera plena y definitiva de la fiesta sin fin, por toda la eternidad. Esta es nuestra oración por él.
6.- Otras dos imágenes del reino de los cielos
Jesús ofrece en el evangelio de hoy otras imágenes del reino de los cielos: el manto nuevo y el manto viejo (cf. Lc 5, 36); y el vino nuevo en odres nuevos para que no se estropee (cf. Lc 5, 37).
Renovemos nuestra fe y nuestro amor al Señor, como se remeda un manto viejo, para reconstruirlo.
Y degustemos en esta vida temporal el vino añejo, saboreemos el vino nuevo del banquete en la mesa celestial (cf. Lc 5, 38).
Pedimos al Señor que acoja a nuestro hermano Felipe en la fiesta del vino nuevo y generoso; y que la Virgen de la Victoria, en cuya novena nos encontramos, lo acompañe para celebrar con alegría desbordante al festín de las Bodas eternas. Amén.