Homilía de Mons. Jesús Catalá en la Eucaristía celebrada en la Catedral con motivo de la Fiesta de la Anunciación del Señor
FIESTA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR. JORNADA POR LA VIDA
(Catedral-Málaga, 8 abril 2024)
Lecturas: Is 7, 10-14; 8, 10; Sal 39, 7-11; Hb 10, 4-10; Lc 1, 26-38.
La vida humana, buena noticia
1.- Celebramos hoy la fiesta de la Anunciación del Señor, titular de nuestra querida Catedral, trasladada del día 25 de marzo por coincidir con el Lunes Santo.
El ángel Gabriel fue enviado por Dios a la Virgen María de Nazaret (cf. Lc 1, 26-27), para anunciarle que iba a ser la Madre del Mesías: «Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús» (Lc 1, 31).
Ante la turbación de María le respondió el ángel: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios» (Lc 1, 35). La vida que iba a engendrar en su seno era obra de Dios y era el mismo Dios.
Y María aceptó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38). Esta ha sido la mejor noticia que ha conocido la humanidad sobre el nacimiento de un niño, porque ese Niño era el Hijo de Dios.
2.- En la solemnidad de la Encarnación damos gracias a Dios porque la Virgen María, por obra del Espíritu Santo, concibió al Salvador del mundo. Este acontecimiento representa la culminación de la promesa divina de redención y revela el infinito amor de Dios hacia la humanidad.
En este día de tiempo pascual se celebra también la Jornada por la Vida con el lema “La vida, buena noticia”. Recordamos la necesidad de recibir, valorar y cuidar la vida humana, desde su concepción hasta su muerte natural, como buena noticia. La vida humana siempre es una buena noticia, que debe ser cuidada en todas sus etapas.
La vida humana es un don de Dios; y no es un derecho absoluto a capricho del criterio humano. Por eso debe ser considerada una buena noticia. La diferencia entre don y derecho está en que el don es algo que acogemos, porque se nos ofrece; mientras que el derecho es algo que nosotros exigimos, por una ley positiva; pero podría no existir ese derecho. El don implica una tarea y una responsabilidad.
3.- Siendo la vida humana un don y una buena noticia, ello nos impulsa a acogerla siempre de manera incondicional. Hay que ayudar a las madres para que descubran que la vida que llevan en su seno es realmente una buena nueva; es un regalo. Algunas ideologías se oponen a la maternidad, pensando equivocadamente que la liberación de la mujer, pasa por liberarse de la maternidad, como si ésta les impidiera desarrollarse como mujer.
Hay que acompañar también a quienes desean ser padres, pero experimentan dificultades para concebir; éstos pueden ser ayudados por los avances médicos. Pero no todo vale; no es ético pretender la maternidad con la fecundación artificial procedente de cualquier varón; ni empeñarse en tener un hijo acudiendo a un vientre de alquiler; estas modas existen en nuestra sociedad, pero están en consonancia con el evangelio.
4.- En el Mensaje de los Obispos de la Comisión para la familia y vida se denuncia la trata de personas y la esclavitud moderna, porque son violaciones de la dignidad humana, que reducen a las personas a objetos de explotación.
También se defiende la necesidad de paliar las situaciones de pobreza extrema (falta de recursos básicos, alimentos, agua potable, atención médica, vivienda digna). Así como otras situaciones difíciles que viven las personas migrantes, condiciones de trabajo inhumanas, falta de derechos laborales básicos.
La vida humana también es una buena noticia en la ancianidad y en la enfermedad terminal; aunque nuestra sociedad no lo contemple del mismo modo. Por eso no vale el criterio de que en esos momentos hay que eliminar la vida humana por ser una carga pesada. Este cuidado debe darse principalmente en el contexto de la familia, a la que hay que apoyar.
Nosotros hemos de ser voceros y defensores de la vida humana, en cualquier etapa, situación o estado de la misma.
5.- El Mensaje invita a “levantar la mirada a la vida eterna porque nuestra existencia trasciende los límites temporales de este mundo”; pues en la encarnación de Jesús, Dios se hace hombre para redimirnos y abrirnos las puertas del cielo.
La encarnación nos revela el amor infinito de Dios por cada uno de nosotros y nos ofrece también la esperanza de la vida eterna, donde encontraremos plenitud y felicidad eterna junto a Dios.
Por todo ello, queridos fieles, pedimos a María Santísima, Madre de la Vida, Madre del Hijo de Dios, que interceda por nosotros para que adquiramos un amor sincero y creativo por la vida humana, y promovamos la cultura de la vida, acogiendo a toda persona débil y necesitada, acompañándola en sus necesidades. Amén.